miércoles, 22 de abril de 2009

DE ÚLTIMO MONO A REY DE LA SELVA

Aún me duele pensar en las hostias que le pegaba doña Genoveva a aquel niño en el patio. Han pasado más de sesenta años y todavía no me he quitado del pensamiento el momento en el que aquella maestra, ejemplo de bondad y de “savoir faire” le pegaba una paliza descomunal a un chiquillo que no estaba bien. ¡Con lo buena que era! Tanto tiempo después y aún me pregunto ¿qué le habría hecho la criatura, a aquella hermosa y perfecta mujer, que era conocida por gastar su escaso dinero, comprando caramelos, que repartía entre sus alumnos generosamente y también porque pesaba más de 130 kilos, y apenas levantaba del suelo dos dedos más, que el más alto de sus alumnos de seis años? Entonces la situación me impacto sobremanera. Yo, un niño con ocho o nueve años, presencié como esta santa perdió la cabeza e intentaba a base de golpes, como ella pensaba que debía ser, modificar la conducta de ese chaval deficiente que seguramente no entendía porque estaba recibiendo una auténtica lluvia de palos.
Don Evaristo, don Ricardo y don Santiago, eran muy malos (no como Hiltler o Stanlin, pero muy malos), eran habituales sus castigos y sus broncas, se pasaban horas y horas hablando sin parar mientras nosotros escuchábamos aburridos sus serenatas de lenguaje, matemáticas, naturales, latín, música,,,Luego pretendían que nos hubiéramos enterado de algo y, ¡Ay del que era interrogado después del sermón, y no supiese la respuesta del enigma, que se le antojase a la autoridad correspondiente a la materia en cuestión! Corrían peligro las yemas de sus dedos, que podían ser castigadas sin piedad, a través de una regla que a gran velocidad, descendía del cielo entre las manos del ogro y con una enorme precisión impactaba no menos de tres veces en su objetivo.

El copiar mil veces una frase contenedora del importantísimo concepto planteado con su fecha correcta, unas orejas de burro ridiculísimas, el permanecer dos horas de pie junto al educador, el salir varias horas más tarde de clase (aunque aquello supusiera que el docente acabase también ese mismo tiempo tarde), el estar de cara a la pared de pie o de rodillas con libros encima de las manos pegadas a los brazos que estaban en cruz (véase cualquier tebeo --sí, tebeo. No cómic.-- de Zipi y Zape de Escobar) son cosas de las que ninguno de mis compañeros de fila o de columna y yo mismo nos habíamos librado en alguna ocasión. Claro, ¿Cómo iba a saber yo lo mismo de matemáticas que tanto me gustaban como de lenguaje o latín, asignaturas de las cuales no quería saber nada y ellas de mi menos? No me enteraba de nada, y aunque a veces estaba cerca de comprender algo, tenía tanto miedo de hablar que no fui capaz jamás de preguntar si podían repetir la última frase o si podían explicar el significado de alguna palabra que jamás había oído. Nadie se planteo si una cosa me iba mejor que otra o cual era el motivo de que alguna asignatura me fuera francamente mal. Y sobre todo, ninguno de ellos supo nunca que es lo que me gustaba a mí.

Con todo lo que he contado, lo cierto es que a lo máximo que llegaron cualquiera de estos dictadores, fue a pegar un bofetón a alguno de los compañeros que les contestaron mal en alguna ocasión, un bofetón que era complementado inmediatamente con otro si no mayor, si similar del progenitor de turno cuando llegabas a casa, un bofetón que te quitaba las ganas de faltar al respeto a nadie en tu vida. Eso si que era bueno, te pegaba el cafre del maestro y luego tu padre se ponía de su lado y te arreaba también. En numerosas ocasiones pude observar como mis padres les llevaban los mejores pepinos y los melones más dulces a esa banda de tiranos, claro que no eran los únicos, otros padres les llevaban las gallinas más grandes y los huevos más gordos y aquellos que tenían dinero y poder aún les ofrecían mejores presentes ¿agradeciéndoles? lo que hacían por nosotros. Las mejores notas para sus hijos ¡Qué sinvergüenzas!

El tener familiares en el extranjero, me permitió el poder viajar y conocer otros países cuando alcancé la mayoría de edad. La mayoría de ellos sobre los trenes y los autobuses en los que viajé, pero sobre todo, me permitió el poder leer otra clase de libros y escuchar otras noticias independientes, que no hablaban de las virtudes del régimen y del ritmo vertiginoso de construcción de pantanos como churros, que podrían abastecer de agua a toda España durante siglos. En esta etapa de mi vida es cuando pude reflexionar y decidí escribir. Yo que no soportaba el lenguaje, acabé hipnotizado por las letras, ensimismado con la lectura y análisis de libros revolucionarios para mí, Libros que devolvieron a mi memoria a aquel niño, el último mono del sistema educativo, cuando era fustigado por el ángel ancho.
Las ansias por cambiar algo en la educación surgieron a medida que me iba enamorando del método Montessori. Nacido de las ideas visionarias en el campo educacional de una maestra italiana con el mismo apellido. También tuvieron gran influencia en mi actitud autores norteamericanos como Dewey, que apostaban por un criterio educativo innovador, que tenía en cuenta las características particulares de cada individuo. No como los maestros de toda la vida. Estos autores y otros con planteamientos similares entendían la educación como una preparación para la vida de cada uno de los alumnos. Un alumno es una persona única con circunstancias y condiciones singulares, y sobre ellas y sobre las perspectivas que mejor se adapten al educando, buscando cubrir las necesidades que hoy tienen y que mañana serán otras, se potencia el desarrollo de cada persona en una atmósfera alentadora de la autodisciplina interna, un clima de colaboración que motiva al alumno a buscar el adiestramiento de sus facultades teniendo al maestro como el perfecto compañero que ayuda en una decisión complicada y que defiende el derecho a elegir libremente su futuro. El educador, guiará. El educador, orientará y favorecerá una formación dirigida a que cada alumno sea capaz de controlar y mantener su propia vida, la que él quiera.

Cargado de ilusión me propuse que mis futuros hijos y todos los futuros hijos del mundo disfrutaran de una educación que entonces consideraba modélica y me puse manos a la obra para conseguir esa meta. El paso de los años me permite ver desde una perspectiva madura el impacto que tuvieron estos autores y más concretamente sus teorías en la educación.

La ramificación de las materias educativas en los institutos y universidades que permiten a cada estudiante escoger un camino más relacionado con las ciencias u otro más relacionado con las letras, el que haya tutorías personalizadas disponibles para el alumnado que sirven para reforzar conocimientos o recuperar ausencias, el que haya asignaturas que se trabajen en grupo, la cantidad de asignaturas que continuamente amplían y renuevan nuestras opciones a elegir, la educación para adultos y la aparición de psicopedagogos como miembros ya habituales y consagrados en nuestros colegios e institutos son algunos de los cambios con el sello especial de la escuela Nueva.

Aún estaba asimilando el torrente de esperanza que recibía nuestra sociedad con las ideas (antiguas en el tiempo y modernísimas en contenidos y métodos) de la escuela Nueva cuando a través de un amigo inglés conocí la historia de Summerhill, una arcaica escuela hoy en día que practicaba un tipo de educación insólita y controvertida en aquellos tiempos y aún hoy. En Summerhill la educación es libre y voluntaria. Los niños, de edades comprendidas entre los siete y dieciocho años, eligen si quieren estudiar o jugar, por ejemplo. En un país, según me comentaba mi amigo con gran tradición religiosa, los niños que en casa o en otras escuelas eran obligados a asistir a la iglesia como mínimo una vez por semana tenían libertad absoluta para poder decidir su concurrencia o no a los actos religiosos. En cuestiones sexuales se educa sin tabúes, el único motivo por el cual los niños y adolescentes de ambos sexos no duermen juntos es porque las leyes lo prohíben. En esta escuela y en todas las escuelas Libres del mundo el objetivo es aprobar al alumno en todo lo que haga, estar siempre de su lado. Para ello se necesita la participación intencional del niño que él mismo decide cuando será efectiva. El instructor procura crear un buen ambiente en el aula y propiciar el aprendizaje automotivado tan característico de la escuela Libre. En Summerhill, en todas las decisiones que resultan básicas para la escuela, hay participación de los alumnos, no sólo en opinión, sino también en voto en unas asambleas en las que se plantean los problemas y los nuevos retos. Hay una fluida comunicación entre todos los estamentos del centro y un trato de igualdad absoluta para adultos y niños.

El objetivo de esta escuela y de todos los ideólogos que sostienen la viabilidad y la necesidad de este tipo de enseñanza (Ferrer i Guàrdia, Illich, Tolstoi, Rogers y Colom, entre otros), es el bienestar y la libertad de las personas que se educan, para conseguir individuos que sean capaces de dirigir su vida con autonomía. Pude ver no hace mucho tiempo en la televisión, como entrevistaban a antiguos alumnos de Summerhill. De veinticinco personas consultadas todas, absolutamente todas, tenían buenos recuerdos de la escuela y de los educadores que allí encontraron y aseguraban que no se arrepentían de haber vivido aquella experiencia allí, durante esos años y, curiosamente, las veinticinco respuestas a la pregunta, ¿llevaría usted a su hijo a estudiar a Summerhill? Fueron un no rotundo.
La autonomía que tiene cada centro para desarrollar su plan de trabajo, el que haya consejos escolares en los cuales todos los estamentos están representados, el que se apueste por la autogestión como una de las claves del desarrollo, el que la religión sea optativa, el que haya aparecido una asignatura como educación para la ciudadanía, la educación popular, el que haya actividades extraescolares y materias complementarias tienen en su origen la semilla de la escuela Libre.
Pude vivir en primera persona la revolución de Mayo del 68, una auténtica revolución social y cultural que aunó a estudiantes y obreros en la lucha por la libertad. Una revolución que resultó aplastada en términos físicos pero que supuso un triunfo total en determinadas cuestiones sociales, para las cuales hubo un antes y un después de aquellos hechos. Entre otras cosas fue el principio del fin del autoritarismo en la enseñanza.
Prendado de las ideas de Freire, un auténtico rebelde social sudamericano, un insurrecto alborotador de las masas y empujado por un espíritu marxista inquebrantable, armado de una insultante juventud que me convertía en invencible, luché con toda mi alma siguiendo los dictados de los líderes, personajes que iban a morir en la lucha contra el poder y que acabaron vendiéndose míseramente y lo que es peor traicionando a sus compañeros de lucha por un puesto de relativa responsabilidad en la casa de su enemigo. Es el reto más importante que tienen los líderes críticos, superar la mutación que se produce cuando te ofrecen solucionar tu propia vida y la de los tuyos, a cambio de dejar de ser un grano en el culo de los jeques del capitalismo. Todo el tiempo sugiriéndonos lucha, defensa de nuestros derechos ante la injusticia capitalista, tanto grito de libertad para terminar humillados por unos y defenestrados por otros.
Las ideas de Flecha, de Freire, de Makarenko…persiguen el concienciar a las personas más desfavorecidas de la necesidad de ser críticos con las injusticias, apelan a una libertad que no existe debido a la opresión y tiranía de los que tienen el poder. La finalidad es lograr la completa igualdad de los individuos, que deben luchar de manera organizada para lograrlo. La autoorganización y la autodisciplina son dos de las cuestiones clave en la concepción de escuela libre. El maestro autoritario pasa a ser parte del baúl de los recuerdos y se convierte en un coordinador con la facultad de dirigir cuando sea necesario, aportando su experiencia y sabiduría en los asuntos que realmente por su condición sea necesaria su intervención más allá del papel del moderador. Freire y compañía han legado a la escuela actual una serie de reformas educativas que han tenido lugar en los últimos años, una gran variedad de asignaturas que nos ponen en bandeja de plata la posibilidad de elegir nuestro rumbo, la asignatura de Educación para la Ciudadanía, los debates en el aula, la educación gratuita y el cambio de posición de la humanidad con respecto a los asuntos ecológicos, a los problemas medioambientales, como el cambio climático. Estos son algunos ejemplos de lo que quizás nos habríamos perdido si los críticos no hubiesen existido.

Toda mi vida la he pasado luchando por unos ideales que posibilitaran que las personas fuesen libres, que pudieran elegir su propio destino y que fueran conscientes de la realidad que vivían. Toda mi vida.

Me pregunto, ¿ha valido la pena? ¿En realidad ha supuesto algún avance? ¿Se ha terminado con la tiranía en las aulas? La respuesta es clara, todos conocemos a través de los medios de comunicación la situación casi extrema que soportan algunos maestros y pupilos en el aula. El acoso a compañeros y educadores ha convertido el espacio educativo en una selva. Una selva donde hay un rey: el alumno. Demasiados derechos. Achaco las causas del desmadre a que a los educadores y a la sociedad en general se les ha ido la mano a la hora de apoyar la autogestión, la libertad y la posibilidad de ser críticos, en concreto creo que las distintas teorías son magnificas en el fondo, realmente han resultado enriquecedoras en algunos aspectos y, que en la forma de impartirlas, en el proceso de aplicarlas al alumnado, es donde han resultado deficientes, ha faltado encontrar un cierto equilibrio entre lo que se puede hacer y lo que es conveniente y práctico hacer, también es bueno saber echar el freno cuando es necesario, pero claro es “inaceptable” el poner freno a los niños. Era necesario interpretar las distintas teorías de un modo abierto y ecléctico. En su afán de posibilitar la igualdad de los alumnos, los maestros han pasado de ser unos dictadores que asustaban, a ser unos profesionales que merecían un respeto, de ahí a “colegas progres” de los alumnos y hoy se arrastran suplicando la aceptación y la aprobación de los educandos. El maestro, que tradicionalmente se ha ido desentendiendo del poder llegando a ser un instrumento tremendamente crítico y muy efectivo, ha visto como le explotaba en los morros el producto de su esfuerzo y hoy quizás sea necesario recurrir al sistema para que ponga un poco de orden en las escuelas.

Diferentes actitudes adoptan los profesionales ante la situación, unos se limitan a cumplir su horario sin complicarse la vida y otros luchan por cambiar algo de este maremagno, aunque estos van desistiendo a marchas forzadas ante lo complicada que es la situación. Otro dato es la cantidad y calidad de las leyes de menores, que los alumnos conocen perfectamente y que aplican a su gusto. No tienen miedo, saben que tienen todos los derechos y que cualquier mala acción quedará impune. Los estudiantes que no crean problemas y que buscan la libertad sin perjudicar a nadie, que son respetuosos y educados, que tienen valores y son disciplinados, son una especie en claro peligro de extinción como el lince ibérico, el oso pardo y el urogallo pirenaico, de los que apenas queda un recuerdo.

Hoy es un día importante para mí. Marcho en una caja de pino al cementerio. El lunes pasado mi nieto de quince años, Alejandro, fue detenido por haberle pegado una paliza a un maestro en compañía de otros jóvenes como él. Al igual que le pasó a doña Genoveva, pega porque cree que es el camino, es lo que ha mamado en la escuela, en la televisión y en Internet. Al enterarme sufrí un infarto que al final, después de tres días de agonía me ha enviado al otro mundo. Al día siguiente, mi nieto fue puesto en libertad. Hoy ha venido tarde, no ha llegado a tiempo a la ceremonia religiosa que mi mujer y mis hijos han dispuesto para mi sepelio porque estaba jugando a las cartas y fumando porros con sus amigos. ¡Porca miseria!

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