miércoles, 8 de abril de 2009

NUESTRO MAESTRO

La importancia del papel de los maestros en el futuro de nuestra sociedad, nos obliga a exigir la excelencia en cada uno de ellos. Es indispensable una gran vocación educativa que permita un óptimo rendimiento en un trabajo realmente complejo y en ocasiones ingrato, pero generalmente enriquecedor y satisfactorio, que forma la base de lo que un día será el motor de todas las naciones de la Tierra. Aquellos hombres que dirigirán los designios del mundo en breves años, hoy necesitan una formación responsable en conocimientos teóricos y prácticos, así como una educación dirigida a potenciar y desarrollar las diversas capacidades intelectuales, físicas, afectivas, sociales, morales…
Para ser maestro no sólo hay que disponer de un título que lo acredite y aprobar unas oposiciones, ese es el camino técnico. El que piense que con dar clases cumpliendo un horario y posteriormente examinar y evaluar ha cumplido con su tarea, no tiene sitio en nuestra escuela. Una persona que decida asumir la responsabilidad de educar, tiene que ir mucho más allá.
Nadie dice que esto sea fácil, es enorme el sacrificio que requiere esta profesión, que además es poco reconocida y remunerada, es un camino lleno de incertidumbres y dificultades, que necesita mucha preparación y un máximo compromiso de los que se aventuren a acometerla. El premio es el más grande que una persona pueda recibir jamás, el ser participe de la formación de unos individuos como personas en la sociedad. ¿Vale la pena o no?
Una de las funciones que el maestro debe cumplir es la de fomentar el desarrollo de las cualidades creativas de cada uno de sus alumnos, así como el preparar las condiciones idóneas, para que cada uno de estos sea consciente de la realidad y no de una impuesta por el sistema, siendo una cuestión de máxima importancia, que de alguna manera les ayudará a ser individuos libres e independientes, preparados para ser unos miembros de la sociedad críticos y valientes y no meras comparsas de sus dirigentes.
Los niños necesitan de alguien que les cuente como es el mundo a su alrededor y que les enseñen a desenvolverse en el mismo, pero también necesitan que se les acompañe en este viaje, que se les oriente y se les avise de los peligros, ayudándoles a relacionarse con los demás y a desarrollar sus propios criterios.







Características personales y profesionales

Nuestro maestro debe ser antes que nada una persona que se cuide, sólo si él mismo se cuida, podrá hacer lo mismo con los demás.
Debe tener autoridad y hacerse de valer y de respetar por sus alumnos.
Debe ser una persona con valores intachables de comportamiento y humanidad, siendo el optimismo, la empatía y la amabilidad unos de los más visibles para conseguir contagiar a los demás de los mismos.
Tiene que ser solidario, dándolo todo en aras de conseguir sus objetivos educativos, los cuales conseguirá con grandes dosis de paciencia, con humildad, con la mayor entrega y también con bravura y valentía. En estos puntos anteriores el maestro es el ejemplo en el que se fijarán los niños, una referencia y un auténtico modelo a imitar, así como en otras de las virtudes éticas, de responsabilidad, de compromiso social y personal que serán asumidas e interpretadas por los alumnos que estarán a su cargo, para lo cual estas virtudes deberán estar fundamentadas en unos valores sólidos y sin fisuras, propios de una persona justa y con ideales. Serán ejemplos positivos de conducta que ayudarán a crecer y a formarse a sus alumnos.
Nuestro maestro será resistente a la frustración y a los contratiempos que previsiblemente intentarán abatirle.
En cuanto a su faceta como profesional es fundamental entender y gestionar la diversa realidad de esta sociedad multicultural y multicolor y ofrecer un trato de igualdad para todos sus alumnos, independientemente de su estatus social, ideas, raza, etnia, género…Debiendo el educador hacer hincapié en el refuerzo de los niños que por una u otra circunstancia necesiten ayuda, aunque para ello tenga que hacer un esfuerzo extra, fuera de su horario o clase, incluso negociando con las familias de los niños marginales para pedir la asistencia a clase o algún tipo de ayuda, para lo cual deberá procurar conocer al niño y a su entorno, así como los conocimientos que sus alumnos tienen sobre las materias que le permitirá percatarse de sus deficiencias para poder incidir sobre ellas aplicando la metodología que requiera cada alumno.
El maestro ideal tiene que tener espíritu de mejora y de constante formación, actualizando sus conocimientos y adecuándolos al espacio y el tiempo del entorno en el cual desarrolla sus clases, siendo prioritario la total comprensión de los nuevos métodos y tecnologías que facilitarán, completarán y mejorarán su tarea, aunque al principio suponga una contrariedad asimilar los nuevos conceptos y procedimientos por cuestiones de costumbre o comodidad. Todo es por el bien de los niños. En este punto tendrá la responsabilidad la administración de poner los medios y fomentar la renovación constante de los conocimientos y técnicas de los docentes con el fin de optimizar su preparación y por consiguiente su resultado en forma de mejor formación de los niños. Aquí citamos a Jacques Delors en su libro la educación encierra un tesoro: “a los docentes les concierne también este imperativo de actualizar los conocimientos y las competencias. Hay que organizar su vida profesional de tal forma que estén en condiciones, e incluso que tengan la obligación, de perfeccionar su arte y de aprovechar las experiencias realizadas en las distintas esferas de la vida económica, social y cultural. Esas posibilidades suelen preverse en las múltiples formas de vacaciones para educación o de permiso sabático. Deben ampliarse estas fórmulas mediante las oportunas adaptaciones al conjunto del personal docente”.

Nuestro maestro tiene que ser alguien capaz, creativo, inventivo, que sepa transmitir sus conocimientos, que sepa escuchar, pero sobre todo que sea democrático y que busque enseñar la verdad, con un punto de neutralidad en lo que se puede ser neutral, pero intransigente en las cuestiones donde él crea que los niños necesitarán una educación con un poco de parcialidad, por razones de tipo moral o humanitario por ejemplo. Cuando la conciencia le marque el fin de la neutralidad en ciertas cuestiones, procurará orientar al individuo hacia donde crea conveniente, en lugar de dejarle elegir a su libre albedrío.
Los maestros de nuestra escuela son libres y forman ciudadanos libres.
Es un motivo de orgullo el navegar en este barco, el de la enseñanza, donde unos valientes intentamos de alguna manera mejorar un mundo en constante evolución “atacando” directamente a los pilares que lo sostendrán en un futuro no muy lejano.
Los miembros de nuestro grupo igual que el resto de los compañeros de nuestra clase, seguro, cumpliremos con honor nuestra importante y trepidante misión, elegida por nosotros con toda la disposición y vocación del mundo.

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